Las etapas
del desarrollo infantil

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29 de febrero de 2020

Psicofármacos, una herramienta de autocuidado



Los psicofármacos pueden hacer parte de un proceso de autocuidado de la salud mental

en todas las etapas de la vida, en especial en el embarazo y puerperio.


Hoy en día se habla mucho de la importancia del autocuidado y a menudo nos damos cuenta de lo difícil que es ponerlo en práctica en momentos de enfermedad, o cuando nos enfrentamos a grandes cambios vitales como los que conlleva la maternidad.


Buscando definiciones de autocuidado, he descubierto Dorotea Orem, enfermera norteamericana, que a lo largo de su vida profesional desarrolló la teoría del autocuidado.

Me ha resultado muy interesante descubrir esta autora, ya que la enfermería fue mi primera elección profesional antes de la medicina. Ambas disciplinas responden a la necesidad de ayudar a las personas cuando no tienen capacidad suficiente para proporcionarse a sí mismas la calidad y cantidad de cuidados para mantener la vida. También se encargan de identificar los problemas de salud y las necesidades reales y/o potenciales de las personas, familias y la comunidad. Labores que también me encuentro dentro de mi campo de acción como psiquiatra, pero en el ámbito de la salud mental.


Orem define el autocuidado como un conjunto de acciones intencionadas por las personas con el objetivo de obtener bienestar, la búsqueda de la salud o restablecimiento de ésta. Es una conducta que existe en situaciones concretas de la vida y está dirigida por las personas sobre sí mismas, hacia los demás o hacia el entorno, para regular los factores que afectan a su propio desarrollo y bienestar

Uno de los supuestos que se desprenden de la teoría de Orem, es que todos tenemos la capacidad para cuidarnos y este autocuidado lo aprendemos a lo largo de nuestra vida; principalmente mediante las interacciones que ocurren en las relaciones con otras personas. Por esta razón, no es extraño reconocer en nosotros mismos prácticas de autocuidado aprendidas en el seno de la familia, la escuela y las amistades.


Leyendo Orem no puedo evitar pensar en la salud mental en el embarazo y posparto; momentos vitales que permiten a las mujeres y al núcleo familiar que se está formando volver a pensar y repensar qué significa autocuidado y cómo ponerlo en práctica en la cotidianidad. En estas circunstancias, somos responsables no solo de nuestra vida, sino de la vida que estamos trayendo al mundo dentro y fuera del vientre materno.


Uno de los aspectos psicológicos fundamentales que suceden en el momento en que nos enfrentamos a una ma/paternidad es el reencuentro con nuestra historia personal, nuestros origines. Nos interrogamos sobre el futuro, que queremos para nosotros y para nuestra familia. Este proceso es inevitable e influye de manera más o menos consciente en nuestra vida, influenciando nuestras decisiones, proyectos, día a día.

En la maternidad, se añaden además muchos otros factores que pueden llegar a desestabilizar el equilibrio tanto de la mujer como de la pareja o el entorno que acompaña. En este punto, es adecuado preguntarse ¿Cómo podemos cuidar la salud mental, especialmente en momentos delicados como el embarazo o el puerperio?

El autocuidado de la salud mental es responsabilidad individual y pasa por la autobservación.

Desde mi punto de vista, el primer paso es podernos escuchar, prestar atención a nuestro cuerpo: ¿Somos conscientes de que las emociones influyen en nuestra salud física y a la inversa? ¿Cuánto tiempo dedicamos a cuidar nuestra psique? ¿Qué lugar tiene en nuestra vida un espacio terapéutico profesional?

Hay muchas formas simples de cuidar la mente, por ejemplo: cuidar las horas de sueño que permiten al cuerpo descansar y al cerebro elaborar y metabolizar las experiencias de vida. Encontrar momentos para parar, pensar, meditar y consecuentemente saber organizar el tiempo. No descuidar nuestros objetivos para complacer al sistema. Buscar alternativas. Cuidar las relaciones interpersonales y prestar atención a cuales son para nosotros relaciones tóxicas y potenciar las relaciones que yo llamo personas medicina, que nos dan bienestar y energía positiva.

Desde mi experiencia en las situaciones donde emocional y psicológicamente hay un colapso las personas suelen reaccionar principalmente de tres maneras:


1.     Dejan pasar los días como si no estuviera pasando nada. No se atiende el malestar interior.

2.     Buscan algo que puede ser más o menos saludable, qué alivie la sintomatología sin poder/querer mirar la origen de este malestar.

3.     Inician un recorrido de trabajo interior, de revisión, emocional y psicológica.


Cada elección es respetable, y los motivos que llevan a seguir cada uno de estos caminos pueden ser muy diferentes. A mi forma de ver, la psicoterapia es el instrumento que permite aportar los cambios necesarios para restablecer el equilibrio de forma duradera. Sin embargo, hay veces que esto no es suficiente. El malestar continúa y los avances son muy pequeños respecto a la situación de dolor vivida. Además, hay afectaciones significativas en las relaciones con los hijos, con los amigos, con los compañeros de trabajo y con el entorno mismo. En otras ocasiones, el malestar es tan grande que un camino de revisión personal no es posible, incluso puede llegar a ser contraproducente; la persona no está lo suficientemente estable para poder revisar su historia. O simplemente, a pesar que hay un deseo, por motivos económicos, laborales, logísticos, no es posible un trabajo más profundo.


En estas situaciones se abre la posibilidad de un tratamiento farmacológico. Desde la práctica profesional que me compete, la psiquiatría perinatal, si se trata de una mujer embarazada o puérpera que se encuentra en las situaciones antes mencionadas, el acompañamiento psicológico es imprescindible.

Si miramos con atención el significado del autocuidado que expuse al principio de este texto, los fármacos podrían ayudar a regular los factores que afectan al propio desarrollo y actividad en beneficio de la vida, salud y bienestar. Son una herramienta más de tratamiento.


¿Pero por qué es tan difícil verlo así? Creo que influye de manera relevante el estigma que hoy en día sigue presente respeto a la salud mental. Se relaciona el tratamiento farmacológico al loco, al manicomio, a personas destrozadas, incapaces de poder realizar su vida.

Por otro lado, hay un vínculo muy estrecho del concepto de salud mental con la voluntad para salir adelante, como si realmente la voluntad de una persona fuera el factor determinante para la recuperación. He atendido personas que han intentado de todo; desde cambiar hábitos, dieta, trabajo, revisar su historia. Personas que demuestran una admirable fuerza de voluntad hasta acabar agotadas porque no han podido, a pesar de todo, conseguir una serenidad. El deseo, las ganas de poder aportar cambios en la vida son imprescindibles, pero no son la única clave para salir de una ansiedad, de una depresión, de un malestar psíquico.


Y por último, existe miedo generalizado en relación a la medicación psicofarmacológica. He escuchado mil veces en mi consulta preguntas como: ¿Me tendré que medicar toda la vida? ¿Me engancharé a las pastillas? ¿Dejaré de ser yo? ¿Le hará daño a mi bebé?

Si es verdad hay medicaciones que crean dependencia y enganchan, pero curiosamente son los fármacos más usados y aceptados: las benzodiazepinas, osea los ansiolíticos que todos conocemos (Orfidal, Lexatin, Trankimazin, Diazepam) esos que suelen decir que si te lo tomas no pasa nada. A mi forma de ver, estas medicaciones si están bien usadas pueden ser muy útiles, pero a menudo sirven para bajar el volumen a las alertas que el cuerpo nos quiere dar para avisarnos que algo no está funcionando.

La medicación es una herramienta más de tratamiento. A menudo es la muleta de la psicoterapia que permite progresar sin dejar pasar tanto tiempo tanto dolor. Vivir crisis de ansiedad o de depresión repetidas puede generar una herida, un trauma luego difícil de elaborar.


En algunas situaciones la medicación es imprescindible, para mantener una calidad de vida mejor, para no tener recaídas en las terapias psicológicas. Cómo otras herramientas, son un complemento fundamental. Y esto es aún más importante en la época perinatal. El momento vital mas transformador en la vida de una mujer y de una familia, que por sus propias características y magnitud puede llevar a un desajuste emocional inesperado y desgarrador. También en el embarazo como en posparto hay medicaciones seguras para la madre y el bebe, que tanto en la vida intrauterina y extrauterina ayudan a que se desarrolle un vinculo sano en la diada madre-bebe.


Me gustaría acabar con un testimonio de una paciente que ha pedido que se publiquen sus palabras de manera anónima. Su experiencia nos puede ayudar a comprender en primera persona lo que he querido compartir con este artículo:


“Tuve depresión post-parto. Cuando nació mi hijo, no me reconocía como persona. De repente solo existía en mi papel de madre, y yo no me reconocía en nada de lo que hacía. Me he pasado 5 años aprendiendo a renacer, a autoconocerme, a redescubrirme. Y no dejo de aprender, nunca. Los primeros momentos de una depresión son muy duros. Se necesitan estrategias y prácticas para vencer a la mente negativa cuando estas deprimida. La psicoterapia y el yoga han sido lo que realmente me han enseñado a vencer y aceptar mi lado negativo. Pero el principio es duro, se necesita tiempo para aprender todo esto, y es aquí donde para mí fueron de gran ayuda los antidepresivos. Estoy segura que sin ellos también habría podido salir adelante, pero el tiempo que necesitas para ir aprendiendo no tiene que ser tiempo de sufrimiento continuo, los psicofármacos pueden hacer que el tiempo de aprendizaje sea también de calidad para ti y los tuyos”.  

Susana d'Ambrosio

Médico Psiquiatra


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