Las etapas
del desarrollo infantil

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27 de noviembre de 2019

La sala de psicomotricidad como espacio de contención.


Un motivo de consulta más o menos frecuente en Psicomotricidad son niños movidos e inquietos. Un movimiento que se vive excesivo por gran parte del entorno. Digo niños con “o” porque casi en su totalidad son niños. El cómo el género atraviesa la expresividad motriz es un tema al que le doy vueltas, … pero no en este escrito.

Cada criatura y su familia son un universo propio, con una individualidad y una historia únicas. No hay dos familias iguales, no hay dos criaturas iguales y así lo entendemos cuando las recibimos en la sala. Dicho esto, nombro algunas características más o menos comunes: la tendencia a ser invasivos corporalmente en la relación con otros niños y niñas, la dificultad en vivir la frustración, la necesidad de ser el primero, enfados y frustraciones frecuentes y “explosiones” de rabia más allá de la etapa en la que evolutivamente sería esperado.

Cuando una criatura en las edades tempranas en las que nos referimos aquí, de 3 a 7 años aproximadamente, muestra con frecuencia su inquietud a través del movimiento, su dificultad para transitar la frustración o para aceptar los límites con personas adultas y pequeñas, nos está pidiendo de la manera que puede que le ayudemos a parar, que le contengamos. Contener viene del latín, “continere” que significa “mantener unido”, es “tener una cosa en si misma o en su interior a otra”.

Es el afecto y el amor de la familia la que acompaña a la criatura a crecer y hace esta función de sostén, desde los primeros momentos de vida y en todas las etapas del desarrollo. Por tanto, es importante acompañar a la familia a revisar algunos aspectos que tienen que ver con esta capacidad de contención. Mirar si están poniendo los límites necesarios, cómo se comunican estos límites, ya que a veces hay un exceso de palabras, pero no acompañada de una seguridad y una firmeza interior, si desde las ganas de respetar a nuestros pequeños nos estamos excediendo en dejar que decidan sobre aspectos para los que aún no están preparado, dejándoles un peso muy grande. Otro aspecto importante sería revisar qué relación y como se acompaña esta pulsión agresiva que nos acompaña en todo el recorrido vital y que nos permite diferenciarnos, autoafirmar quienes somos y poner límites. Hay que permitir la exteriorización de esta rabia o energía agresiva sin hacer daño a otras personas y reconociendo la emoción.

               En muchas ocasiones, cuando la familia puede ir resituándose y ordenándose las criaturas encuentran su sitio, encuentran la estructura en la que poder ser contenidos. Hay otras situaciones en las que, paralelamente al proceso que hace la familia, es de ayuda un espacio para que la criatura pueda expresar y elaborar todo esto que le sucede.

               La sala de psicomotricidad funciona como un espacio “transicional”. Este es un término que elabora Winnicott, es un espacio que transita entre lo real y la fantasía, un espacio que le ayuda a diferenciarse, individuarse y reasegurarse. El niño o la niña pueden poner en la sala a través del juego y la acción todo su mundo interno. La expresividad motriz del niño o niña es lo que expresa a través de su acción, de su cuerpo, de su movimiento, de las relaciones corporales que establece con los materiales, con el espacio mismo, con las demás personas, esta expresividad motriz nos habla del momento presente y también de la historia de la criatura. Las personas adultas también hablamos a través del cuerpo y la acción, pero con el tiempo hemos ido colocando más capas encima. Para los niños y las niñas en estas edades es su forma natural de comunicación, el cuerpo, la acción y el juego.               

               La psicomotricista, a través de un vínculo seguro con la criatura, se ofrece, mediante el juego como una compañera maleable y plástico simbólicamente, puede ser atacada, destruida y trasformado de mil y una manera en el juego mientras que en la realidad sigue segura y parmente, con unos límites claros.

               Tengo en la memoria secuencias de niños que en la sala han llegado con la imperiosa necesidad de hacer luchas y peleas que hemos puesto en juego con churros, con cojines e incluso cuerpo a cuerpo, siempre con la premisa de no hacernos daño. Niños que cuando se emocionan en el juego, tiene poco control sobre su cuerpo, se caen con frecuencia, la emoción les invade el cuerpo. Con la necesidad de ser personajes muy poderosos que siempre son vencedores. Pueden jugar desde el placer y en un lugar seguro esta falta de límites, esta omnipotencia que en ocasiones es la mascara de una vulnerabilidad con la que les cuesta conectar.

Estas luchas repetitivas van transitando a otros juegos a medida que las pueden “exprimir”. El super personaje es herido y creamos un espacio donde curarlo, empezando a conectar con la parte vulnerable, que se deja cuidar y contener. Otras veces el personaje ha sido “capturado”, en una tela o con cojines y tiene que escaparse. La vivencia de la tela o los cojines es una contención física literal que el niño disfruta dentro del contexto de juego y que acaba pidiendo en muchas ocasiones. Puede jugar la omnipotencia y la necesidad de contención, vivir esta ambivalencia. Los roles se van cambiando, el “malo” se transforma en “bueno” porque en realidad estaba hechizado, el dragón super poderoso un día es un dragón pequeño al que tengo que construirle una casa y llevarle comida. Aparecen más juegos en la hamaca, volteretas, saltos y envolturas. Todo esto son ejemplos vividos en la sala.

Aquellos juegos de luchas que en un principio hay mucha necesidad de jugar y jugar hasta el agotamiento, de una manera un tanto repetitiva y rígida se van transformando en juegos más flexibles, creativos y tranquilos. El cuerpo se va relajando, también el gesto se relaja y aparecen más risas y placer compartido. El exceso de velocidad y lo impulsivo van disminuyendo y dejan paso a un mayor control en el cuerpo y el movimiento. Hay más lenguaje y no tanta necesidad de acción.

En definitiva, la relación y el juego en la sala tienen un efecto terapéutico, ya que permite a la criatura poner “fuera” y transformar el malestar que siente “adentro”.

A todo este proceso también ayuda a que el contexto familiar tenga una mirada más amplia y profunda de su hijo o hija. Esta comprensión más profunda les ayuda a movilizarse internamente y a ocupar el lugar que les corresponde como familia. Es importante incluir también el contexto educativo en este proceso para que puedan acoger y comprender a la criatura y acompañarla en su camino.

Alicia Apolo

Terapeuta Ocupacional

Psicomotricista en Educación, Prevención y Terapia


Si te apetece compartir un poco más, te espero en el DIRECTO del MARTES 10 DE DICIEMBRE a las 21h horario de Barcelona junto a ALICIA APOLO, psicomotricista de Acompanyament Familiar.  


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¿Cuándo? MARTES 10 DE DICIEMBRE a las 21H


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Te veo pronto y feliz crianza,

Elisenda Pascual i Martí

Psicóloga y psicoterapeuta

Directora de Acompanyament Familiar