Las etapas
del desarrollo infantil

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19 de octubre de 2023

¿Qué esconden los conflictos?


Alguna vez te has planteado ¿desde donde hablas a tus hijas e hijos? ¿Qué mensaje se escucha de fondo cuando se pelean o no quieren hacer lo que les pides?  

A veces son mensajes del estilo: “no dejes que se te suban a la chepa” “esto te pasa porque los has consentido demasiado” “no te impones lo suficiente” “eres un mal p-madre…

¿Qué pasa cuando lo que dices actúa en respuesta a estas frases? Seguramente salen palabras y acciones “dardo” para terminar rápido con la situación que suelen ayudar poco a una comunicación respetuosa y asertiva.

Muy a menudo en sesión surge la pregunta: ¿Cómo puedo hacer para no estallar delante de mis hijos e hijas? Y yo propongo, inicialmente, cambiar el ángulo, redirigir el foco. En lugar de juzgar qué haces, observar DESDE DÓNDE lo haces.

Creo que es desde aquí donde se da la posibilidad de cambio. De dentro hacia fuera. Base en la que después pueden aflorar nuevas acciones y estrategias.

Y ¿desde donde hablan estas frases? Curiosamente desde partes internas que quieren lo mejor para ti. Tienen que ver, en gran medida, con lo que te llegó con palabras, acciones o silencios mientras crecías. Creencias que han quedado grabadas, miedos silenciados, etc. que se han convertido en una especie de personajes internos que van repitiendo las mismas frases. Algunas tienen que ver con experiencias vividas y otras son generacionales o culturales. A veces son criticas demoledoras hacia lo que dices y haces.

De la misma manera que el corazón bombea sangre sin necesidad que pongas conciencia, a veces, te hablas con dureza y no tienes noticia hasta que prestas atención.

Hay personas que responden más a las partes críticas, otras a las partes más doloridas y otras a las reactivas que buscan adormecer el dolor que aflora.

Te pongo un ejemplo. Seguramente hay situaciones en las que te sientes más cómoda que otras. Con algunas parece que pierdes la claridad y la calma. Pongamos que es cuando pones límites. Entonces quizá te dices: “no lo estoy haciendo bien” (o directamente “lo hago fatal”), “no pongo suficiente límite”, “si dejo pasar esta ya no habrá remedio”, “esto lo hace porque hace tiempo que yo no…” La lista puede ser larga. Pueden haber otras que dicen: “¿porque me hacen esto?” “ya no puedo más”, “¿no puede haber un día de calma?”. Y otras dicen: “mira, sabes que acabemos rápido, pongamos un vídeo, comamos unos dulces y punto y final”.

Cada una de ellas intenta encontrar la estrategia más eficaz basada en experiencias, sobre todo, del pasado. Lo que pasa es que en general, más que facilitar, dificultan la acción clara y coherente.

Te propongo que no intentes resolver esto en la situación de conflicto, cuando quizá dentro de ti ha estallado el debate interno. Momento en que estas partes tratan de salvarte y la calma y la confianza quedan encubiertas por su rumor de fondo.

Más bien te propongo llevar la atención al cuerpo, a la respiración, dar-te tiempo o pedir ayuda a otro referente.

Recuerda que vienes de generaciones de premios y castigos y muchas veces lees la realidad en términos de correcto/incorrecto. Y algunas de sus consecuencias son que delante del conflicto desapareces en un mar de frases polarizadas: “¿qué habré hecho mal?” y a veces sigue “¿para merecer esto?” o “que callen ya” o “esto no debería de estar pasando”.

Imaginas cuan diferente puede ser el resultado si escuchas: ¿Qué puedo hacer por mí? ¿Qué siento? ¿Qué necesito? Hecho que además promueve la misma comprensión hacia fuera.

No hace falta que tengas una biografía traumática para vivir esta multiplicidad. A todas nos han educado para esconder algunas partes nuestras, y cuando algún acontecimiento amenaza con destaparlas, las partes de contención (más críticas) y distracción actúan con insistencia. Y, a veces, si no es a través de un proceso de autoconocimiento profundo, no nos damos cuenta.

La buena noticia es que hay una que pase lo que pase las abrazará a todas y pondrá la afabilidad necesaria para estar en sintonía con el momento presente.

Creo que escuchando cada vez más esta parte autocompasiva es más fácil adoptar recursos en situaciones que te bloquean.

¿Cómo accedes a ella habitualmente? ¿Qué te devuelve a la calma? Hay a quien le va bien el ejercicio físico, la meditación o el arte. Esta parte de ti que surge aquí es la que buscas en el momento de dificultad, i para sentirla necesitas que tu atmosfera interior haya vuelto a la quietud en momentos de seguridad para ti.

Y ¿cómo la distingues de las otras?

Cuando estas partes se convierten en disfuncionales se traducen en perfeccionismo, intelectualización excesiva, evitación de conflictos (con el coste psicológico que supone), acciones impulsivas, la salvaguarda del dolor a través de la ira o la desvalorización a través de pensamientos y sentimientos de no merecer o creerte fracaso.

En cambio, la parte autocompasiva (o Self) te aporta confianza y creatividad. Actúa con presencia, con una voz clara, directa y amorosa. Cuando esta lidera, las otras pueden aflojar y colaborar para el bienestar (lo que verdaderamente desean). Esta parte observa el mundo, y por tanto los conflictos, con curiosidad, sin juicio.

Así, paradójicamente, tu descendencia y los momentos difíciles, te ofrecen la opción de curar heridas, de detenerte y reencontrarte con la quietud que te habita.

Te invito a descubrir como acceder a ella.

Mientras recordarte que: Estamos juntas en esto. Todas las personas compartimos experiencias similares. Puedes compartir con quien sabes que te escucha. No hace falta hacer y hacer para Ser. Tus criaturas te aman por Ser quien eres.

Y te propongo: Cambia las preguntas que te haces. En lugar de: ¿porque me pasan estas cosas tan horribles? (tu inconsciente se pondrá en marcha para responderte) decir, por ejemplo: ¿Qué puedo hacer para quererme más y mejor? Y redirige el rumbo. Haz tribu, tus células la echan de menos. Queda con amigas/os, con las que puedes estar sin medir las palabras. Trátate con dulzura. Encuentra espacios de regeneración: pueden ser de diez minutos al día o alarmas para parar y quererte en cualquier formato. Observa desde donde te hablas. Pide ayuda. Párate a sentirte. Cambia el “tengo que hacer” por elecciones. Comparte y co-crea. Párate a escuchar el viento, el latido de la Tierra, tus pasos.

Creo firmemente que para dejar de chillar y explotar con tus hijes necesitas dejar de gritarte y anestesiarte internamente. 

Elisabet Rodríguez Piñero. Terapeuta Sistémica y Humanista.