Las etapas
del desarrollo infantil

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3 de julio de 2023

Pareja y crianza


Cuando las diferencias en la crianza hacen una grieta en la pareja y en la repartición de curas

Hoy en día me encuentro en consulta parejas que tienen puntos de vista muy distintos en la crianza. Normalmente lo que veo es que uno de los progenitores quiere incorporar una mirada de la crianza respetuosa y el otro quiere continuar la forma más tradicional que ha recibido, donde el autoritarismo y el abuso de poder están presentes para poner límites e inculcar valores. Muchas veces esto no es fruto de un proceso consciente sino más intuitivo y del "sentido común" como dicen a menudo las personas que se encuentran en esta tesitura. Hablaré sobre algunas dinámicas que he observado que se dan y para nada quiero generalizar y decir que todas las parejas funcionan así ni se reparten así los roles en el género. 

Normalmente me encuentro que es la madre, que “impone” su forma de hacer, entendiendo que la forma de hacer del padre o la otra progenitora es violenta para el niño y que cruza sus líneas rojas. En tal caso, la madre actúa negando, contradiciendo, desautorizando o invalidando al padre y protegiendo a la criatura (y a menudo ocurre esto delante del niño). Cuando esto ocurre, tiene al menos dos consecuencias, que el niño se alía con la madre, creando una unión especial dentro de la unidad familiar y que el padre queda fuera del equipo educativo/pareja. Por otro lado, el padre (u otra parte de la pareja), se enfada porque se siente excluido, que no cuenta y se aleja. A lo largo del tiempo puede que esto contribuya a que, en ciertos momentos de la crianza, el padre prefiera quedarse al margen que involucrarse y se queda la madre sola. La madre se ve sola a la hora de criar e intervenir directamente con la criatura, se carga, carga y carga hasta que explota y entonces es cuando “recrimina” la poca presencia de la otra parte de la pareja. 

Es curioso cuando dentro de un equipo educativo, los dos progenitores tienen puntos de vista opuestos sobre algo, ya que gracias a esto se da la oportunidad de encontrar un punto medio entre las dos posturas que aportan algo de verdad de cada una. De esta forma, se ofrece al niño la visión de cada uno, la parte de cada progenitor, que permite recibir los grises de la vida. El equilibrio que se consigue cuando cada miembro de la pareja puede poner de su parte y se avecinan las visiones opuestas. Cuando existen dinámicas de exclusión de una de las partes de la pareja en la crianza, se pierde ese poder de educar en equipo.

A menudo la solución a alguna situación con un hijo/a viene así, cuando se tiene en cuenta la opinión de uno y otro. Por ejemplo, cuando el padre/madre no quiere que se coman azúcares y el otro le daría de normal, una posible solución es pactar ciertos momentos que sí se pueden comer y otros que no. O otro ejemplo, cuando la criatura está hablando mal a uno de la pareja y no dice nada, la otra parte está callada sin querer entrar, pero de repente se cansa y entra manejando a la criatura a la habitación. Un extremo sería demasiado permisivo y el otro demasiado autoritario. ¿Cómo sería un punto medio de las dos posturas en las que el límite (de la persona más autoritaria) lo pone la persona que recibe el “mal trato” del niño pero con respeto? Por ejemplo diciendo, “cariño no me gusta que me hables así, me duele, cuando me lo puedas decir sin insultos te escucho, (y se va de la vista)”. (De nuevo, es un ejemplo que sirve para ilustrar y no para generalizar situaciones).

Además creo que es importante que se tenga en cuenta cómo cada niño es 50% hijo de un progenitor y el otro 50% del otro (entienden que la vida sale de la unión de dos personas en general, sin entrar ahora en el debate de la reproducción asistida o de las familias monoparentales). Por tanto, te guste más o te guste menos, tu hijo/a es hijo/a de tu pareja, y no reconocerlo es sacar al niño y al otro progenitor este derecho. Es importante dejar el derecho a cada uno de tener al padre o a la madre que tiene, sin maquillajes, sin querer modificar ni cambiar esta realidad por parte de la otra parte. Para el niño, ese/a es la mejor madre/padre que podría tener porque no conoce nada más y porque le ha dado la vida, y tiene el derecho de experimentarlo así (hasta que en la adolescencia o edad adulta se lo cuestione, o por negligencia entre servicios sociales, por supuesto).

Abriendo una capa más, es interesante ver también a qué está respondiendo según su familia de origen el rol que toma cada parte de la pareja. Si a una de las partes por ejemplo no se la tuvo en cuenta a nivel emocional, puede que le salga esta sobreprotección emocional por su hijo/a que haga defenderle constantemente de la experiencia de la otra padre/madre, sobre todo si ésta es autoritario/a. O en la otra parte, si tuvo un padre autoritario ausente, puede que esté repitiendo el rol una vez es padre. Y lo que ocurre en la pareja también es importante ver a qué responde, ¿se está repitiendo algo a nivel familiar? O por el contrario, ¿se está rechazando por hacer lo opuesto? Bien, y sin entrar en la presión social del reparto de roles históricamente, pero a toda costa, cada uno puede escoger revisar su historia y responsabilidad personal.

La crianza es una oportunidad de crecimiento, tanto a través de las criaturas como de la pareja con la que compartes la crianza, siempre y cuando la quieras aprovechar ¡claro! Os invito a dar un paso fuera de su dinámica, sea con o sin ayuda, y ver qué está pasando, qué roles se están estableciendo y qué es lo que está recibiendo la o las criaturas. Daos un espacio para hablar cómo lo vive cada uno, cuáles son las necesidades surgidas y las líneas rojas individuales de cara a la otra. También encontrar un espacio para hablar de la crianza y de sus valores para decidir conjuntamente. No es un camino fácil, pero es un camino consciente, de aprendizajes y oportunidades.

Naima Salrà, psicòloga infantil, juvenil i familiar. Membre del equipo d’Acompanyament Familiar